Con
frecuencia recibimos en nuestro centro consultas sobre posibles casos de
dislexia. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, tras realizar la evaluación,
el diagnóstico termina siendo otro.
Probablemente
esto se debe a la tendencia a utilizar el término dislexia para hacer
referencia a cualquier tipo de alteración del lenguaje escrito. Hoy en día todo
el mundo está familiarizado con esta palabra pero su uso no es del todo
correcto... En esta entrada te explicamos por qué.
La dislexia es
una alteración específica del lenguaje escrito. Puede definirse como la dificultad en
la automatización del reconocimiento y acceso al significado de la palabra
escrita, sin que existan otras explicaciones como discapacidad auditiva,
trastornos graves del lenguaje, etc. Es decir, se da en personas que poseen
todas las capacidades necesarias para la adquisición de la lectoescritura.
Por tanto, no
debemos confundir la dislexia con otro tipo de dificultades para el aprendizaje
de la lectoescritura que no son específicas y cuya solución únicamente
requiere de una práctica adecuada. En ocasiones, un mal aprendizaje
lectoescritor puede llevar a la creencia errónea de que existe dislexia.
Por eso, ante
cualquier sospecha es recomendable solicitar la ayuda de un logopeda, el cual realizará una evaluación global y
determinará la existencia o no de un trastorno.
En caso
de que se evidencie una alteración de la lectoescrita, sea o no dislexia, conviene
comenzar a intervenir lo antes posible, pues las exigencias educativas
hacen imprescindible una buena competencia en el lenguaje escrito desde edades
tempranas.
Como
conclusión, resaltamos que la dislexia es una alteración que persiste durante
toda la vida y, a pesar de que no se resuelve completamente mediante la
intervención logopédica, a través de ella se obtienen estrategias,
recursos y habilidades que reducen las dificultades y permiten una
competencia adecuada y eficiente en el manejo del lenguaje escrito.
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